Doctorado en Estudios Contemporáneos en Educación. En este artículo, el secretario de Posgrado de la UNRN, Dr. Juan Manuel Otero, reflexiona sobre las implicancias territoriales y políticas de esta propuesta formativa.
La lógica de lo peor es una herramienta necesaria hoy. Se trata de una empresa intelectual compleja: explicitar las dificultades extremas por las que podemos estar atravesando, llevarlas al extremo, subir la guardia y estar responsablemente atentos frente a un entorno particularmente agresivo. Si este trayecto es una necesidad inherente a un pensar contemporáneo activo y curioso, el escapar de la angustia, la soledad, la resignación, el silencio, no es previsiblemente una tarea simple. Reconocer lo sombrío y al mismo tiempo admitir, aun desde la extrema dificultad, la posibilidad de salir de ahí, de eso se trata.
Desde Santa Rosa hasta Ushuaia hay más de 3000 kilómetros de distancia, y sin embargo, entre esos extremos del sur se concreta una experiencia común que trasciende lo territorial. Concreción de una tarea que no era simple. Se trataba de desarrollar una propuesta formativa de máxima intensidad, un doctorado, de particular complejidad, interinstitucional, y en un área, las ciencias sociales, bastardeada en la actualidad. Se trataba, por sobre todas las cosas, de proponer un programa que se debía concretar en un tiempo particularmente hostil para el sistema universitario y que debía contar con acuerdos sólidos y una gestión de la idea eficaz.
Hoy, con el inicio del Doctorado en Estudios Contemporáneos en Educación -que reúne a cinco universidades públicas del sur del país, las Universidades Nacionales de La Pampa, de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, de la Patagonia Austral, de la Patagonia San Juan Bosco y de Río Negro-, lo que se pone en juego es más que un nuevo trayecto académico: es el ejercicio deliberado de la soberanía educativa de nuestras instituciones. Lo que se propone es una forma concreta de intervenir en el sistema universitario desde una geografía que, durante mucho tiempo, fue pensada como periférica. Hablar de soberanía educativa desde la Patagonia no implica levantar fronteras ni imaginar una autosuficiencia aislada. Significa, más bien, producir conocimiento desde nuestras condiciones, en diálogo con el mundo, pero sin subordinar nuestras preguntas, nuestros modos ni nuestras prioridades. Implica asumir que las universidades no encuentran su razón de ser a partir de solo para transmitir lo ya dicho, sino que su función es prioritariamente la de pensar, crear y participar activamente en la conversación pública. La construcción de este doctorado interinstitucional es una manera de disputar también ciertas jerarquías dentro del campo académico. No desde la confrontación, sino desde el trabajo compartido. No desde la excepción, sino desde la constancia institucional. No se trata de romper ni de empezar desde cero. Se trata de pensar desde el sur sin pedir traducción, ni permiso, y aún mirando con ojos abiertos la dificultad del presente, preservarnos la capacidad de imaginar, y concretar, otros mundos posibles.
Juan Manuel Otero
Secretario de Posgrado Universidad Nacional de Río Negro