¿Cómo redistribuir la riqueza que genera el cambio global? ¿Quién se quedará con los excedentes de las compañías transnacionales? ¿Quién regulará –quien tendrá el suficiente poder como para regular– a las grandes plataformas que concentran el cambio en los consumos y estilos de vida a nivel global y local? ¿Cómo incidirá en todo esto el cambio climático? La pandemia producto del COVID-19 actualizó estas y otras preguntas sobre las que Roberto Kozulj trabajó en buena parte de su vida académica y consolidó en «Cómo lograr el Estado de bienestar en el siglo XXI. Pensamiento económico, desarrollo sustentable y economía mundial (1950-2014)», editado por la editorial de la Universidad Nacional de Río Negro.
A diferencia de otras obras, la investigación de Kozulj tiene la característica de que la crisis producto del COVID-19 no la desactualizó, ya que se ocupa de problemas que la pandemia ha dejado expuestos con mucha crudeza. Desde Bariloche, ciudad en la que reside desde 1986, y con una mirada cosmopolita propone la salida de la crisis desde el Estado de Bienestar.
Empleo, sustentabilidad, espacio público, servicios, calidad, inclusión, derechos elementales y sociales, distribución de la riqueza y el rol del Estado como regulador de todo ello a través de políticas públicas cruzan su obra, disponible en castellano y en inglés.
“Escribí este libro durante 2014 y 2015, a partir de material que había desarrollado desde mediados de los 90, cuando empecé a analizar los vínculos entre urbanización, crecimiento económico y cambio tecnológico. Quería estudiar cómo impacta la urbanización a través de una serie de actividades productivas que están embebidas en lo que llamamos producto bruto interno (indicador del flujo anual de creación de riqueza), preguntándome qué pasa cuando la urbanización, por algún motivo, se detiene, sin importar si se trata de megalópolis o no.”
El planteo toma la discusión global que se da respecto del ingreso básico universal. Dentro de ella se posiciona con fuerza por el respeto al derecho al trabajo como factor de desarrollo de habilidades y capacidades de los ciudadanos, considerándolo un foco de inclusión social. “¿Quién pagará esto, los Estados, las principales fortunas repartiendo la riqueza que generan sus empresas transnacionales? ¿Podrán los Estados regular a las compañías para que financien esto?”, se pregunta Kozulj mientras calcula que las audiencias de una sola de las plataformas de streaming están constituidas por no menos de 200 millones de abonados que producen para una sola empresa testigo un estimado de 24.000 millones de dólares anuales. Por caso, Amazon factura alrededor de 1500 millones de dólares y Google no menos de 31.000 millones de dólares. “Claramente esas empresas no están reinvirtiendo el 70 u 80 % de sus ganancias en contenidos, soportes y otras áreas, entonces, ¿a dónde va ese dinero, por qué no podría usarse para distribuirlo?”, propone.
Empleo y desarrollo urbano, claves para salir de la crisis
Más allá de quién financie estos trabajos, Kozulj deja a la vista en su obra algo que la pandemia actualizó: muchas familias residentes en grandes urbes empezaron a mirar con agrado la migración a ciudades pequeñas con servicios y cercanas a grandes centros urbanos. Esto abre una oportunidad de desarrollo urbano para localidades que quieren recibir más población. Es un desafío exigente pero posible, que requiere de mano de obra de baja y mediana calificación para la ampliación de servicios, el desarrollo de obra pública y su mantenimiento. “Hay un momento en el que la ciudad alcanza un grado aceptable de desarrollo en su construcción y, entonces, lo que se requerirá es el mantenimiento de esas obras, el cuidado de los espacios públicos”, explica el autor. “Esto, que requiere decisiones de política pública y planificación, abre una oportunidad para generar empleo, sea público o a través de cooperativas, para dar solución a las necesidades que abren los nuevos procesos de migración interna”, amplía el economista.
Kozulj sostiene que, así como están dentro de la agenda política el cambio climático y la preocupación por el ambiente, “no lo está el tema del empleo como un derecho para las generaciones futuras y en ese sentido, un programa de reconversión del empleo. Es decir, no solo el derecho a un ambiente limpio, cuidado en términos de biodiversidad, de calidad del agua, del aire y de la mitigación de los efectos ya producidos en la naturaleza en esta era del antropoceno, sino también el pensar el empleo para quienes crecieron en las grandes ciudades sin la tradición de la ruralidad que caracterizó a las primeras generaciones de migrantes, personas insertas en una sociedad de consumo donde el acceso a bienes y servicios se vuelve fundamental y es algo que no pueden resolver sin los ingresos que les daría un trabajo. Entonces, este era y sigue siendo el foco del libro porque la propuesta tiene que ver con la posibilidad de generar cadenas de valor de servicio”.
Kozulj propone una analogía para explicarlo: “una vez que uno construye su casa ya no hay tanto trabajo por hacer en términos de construcción, pero hay mucho que hacer en términos de cuidado: barrer todos los días, mantenerla limpia, pintarla de vez en cuando. Las ciudades como lugar común de las personas, como lugar de consumo, de desarrollo de actividades, de esparcimiento, se convierte en la nueva casa común, no entendida como la global, pensada en términos del Informe Brundtland sino concebida como espacio que en cada país se utilizan como espacios urbanos. Esto, acompañado de una agenda de descentralización urbana tendiente a que los grandes cordones de las periferias puedan ser reordenados en un territorio tan dispar como el nuestro, que a su vez tengan una actividad de base, no simplemente mover a las personas para tener una agenda de largo plazo, que busque resolver en parte la agenda del desempleo”.
El académico se plantea que el problema del desempleo tiene uno de sus ángulos relacionado a los cambios en los conocimientos y habilidades requeridas en la actualidad y proyectando al futuro, en tanto avance la robotización de las diferentes industrias. Sostiene que se puede planificar esa capacitación pero que una parte de la mano de obra menos calificada no podría ser absorbida. Las Industrias 4.0, que se espera se desarrollen en la tercera década del siglo XXI, responden a lo que se conoce como Cuarta Revolución Industrial. En ellas, la digitalización, la integración de los procesos industriales y el uso intensivo de internet son el centro de acción. Queda claro que son industrias que requieren de nuevas habilidades, es difícil pensar que las plazas laborales que ellas generen puedan ser ocupadas sin un proceso de capacitación previo, del que no todos tendrán las bases para participar. Y a ello se suman aquellas personas ya desplazadas intergeneracionalmente. Es pensando en ellas que el autor propone estas actividades de cuidado de la casa común.
Al investigar y escribir, Kozulj no imaginó una pandemia como la que atravesamos. Sin embargo, su obra resulta un aporte a la conversación imprescindible que precede a las decisiones de políticas públicas en este nuevo contexto global.